La logística de la huida
El otro día fui a la presentación de Las madres. Carmen Mola (¿explicó, explicaron?) detalles del proceso de escritura, del argumento, del ensamblaje de tres voces en una, todo ello regado con un puñado de curiosidades que hacían reír o sorprendían a los asistentes. Una señora dijo (en serio, sobrevaloradísima la sinceridad) que lo había encontrado flojo. Pero yo no quiero hablar de la presentación, ni del libro, que no he leído. A mí lo que me interesó fue algo que ocurrió al final del acto.
Quedarían, no sé, treinta segundos para que acabara. Medio centenar de asistentes deslizaron con suavidad el cuerpo hacia el extremo de la silla, separaron el abrigo del respaldo, se colgaron silenciosamente sus bolsos en el hombro, intercambiaron un susurro con el de al lado. Se desató un bullicio silencioso. Quedaba oficialmente activada la logística colectiva de la huida.
Estaba claro que ninguno pensaba —pensábamos— en molestar, claro. Cómo va a notarse que yo me vaya preparando para marcharme así como quien no quiere la cosa. Cómo va a hacer ruido el roce de mi abrigo con el brazo, el suave giro de mi pierna acercándose al extremo de la silla.
El problema no era que una persona se hubiera preparado para ganar unos segundos de aquel martes y, no sé, llegar antes al bus o al bar. Cómo va a ser eso un problema. El problema es que cincuenta personas pensaron lo mismo, al mismo tiempo. Y el murmullo general, durante unos segundos, logró acallar las palabras de los autores. Fue algo así:
—Muchas gracias a todos por venir y a la librer…
PUM, CLACK, PUM, SSSH, CATAPLÚN, CLACK. Luego otra vez SSSH.
Esto pasa mucho. Y pasa con todo: con la corrupción, la deslealtad, la insolidaridad, la estafa; llevarse un par de mermeladas del buffet, tirar el plástico en el cubo de orgánicos, bajarse la mascarilla en el metro. Nadie piensa que un mal gesto afecte al resultado global, cuando la realidad es que la minucia no necesita más que eso para hacerse catástrofe.
La línea entre ser persona y gente es muy fina. Ahí, al cruzarla, se tuerce todo.