Poco grano puedo ser yo en la arena de los obituarios a Almudena Grandes, aunque no me faltan ganas de dedicar una newsletter entera solo a ese estremecedor instante del entierro en el que Luis García Montero besa Completamente viernes antes de depositarlo en la tumba, ni tampoco me falta la tentación de reflexionar sobre ese poema (todo se me olvida si tengo que aprender a recordarte) que todavía a ratos me tiene temblando.
Tampoco me faltan ganas de hablar de la infinidad de muestras de cariño que han brotado a raíz de esta noticia, gran reflejo de una admiración y un reconocimiento que, por cierto, han brillado por su ausencia en cierto espectro político, poniendo de manifiesto eso que decía Benjamín Prado en María y el fantasma:
Si hablamos de política / sostiene / que en España / eso es el arte de hacer de la otra orilla lo contrario del río.
Pero voy a quedarme con un detalle accesorio (que, como dice el gran Jabois, ha sido siempre la manera más sencilla de aprender a vuelapluma lo fundamental): lo que cuenta la directora de cine Azucena Rodríguez en El País. En este artículo explica que tras leer Los aires difíciles se enamoró perdidamente de Sara Gómez, una de las protagonistas. Entonces movió cielo y tierra para ponerse en contacto con Almudena y proponerle llevarlo a una película. Al final, tras muchas vicisitudes, la película nunca se hizo. «Lo que pasó después fue una de las suertes más grandes de mi vida. No hice la película. Pero gané algo mucho más valioso, la amistad generosa, tierna, íntima e incondicional de Almudena Grandes».
Esta anécdota me recuerda a todas esas veces en las que uno se rebota porque no encuentra lo que busca y, cuando se quiere dar cuenta, cuando finalmente sale de esa rabia, resulta que tiene ante sus ojos algo mejor. A mí me ha pasado muchas veces. Sucede mucho con el amor, con las oportunidades y también con las pequeñas desgracias, como es el caso de Hans Gernot, que un día calculó mal el tiempo y llegó tarde a su trabajo en una oficina de Nueva York. Lo imagino maldiciendo su suerte en el metro, agobiado, con un día que ya comenzaba lleno de estrés y, sin embargo… gracias a eso se libró de la tragedia del 11 de septiembre.
A veces uno grita, llora, se rebela, se fustiga, habla con ridícula trascendencia de injusticias y desgracias, de tragedias insoportables porque no se cumplen sus planes. Pero a veces no sucede por una razón: nos está esperando algo mejor.
Que la tierra te sea leve, Almudena.
(*) Aquí tenéis el poema de Luis García Montero que mencionaba antes.
Gracias por leerme.
Feliz semana.
Adoré este artículo. Por cierto, sabes que el término Serendipia proviene de un cuento persa llamado "Los tres príncipes de Serendip", en el que los protagonistas hacían descubrimientos sorprendentes mientras buscaban otra cosa. https://www.mollerussa.tv/