Las dos Españas se sientan a desayunar
Son las 9.15 de la mañana. Me quito el abrigo, suelto el bolso a mi izquierda y me acomodo en un taburete de la barra de un conocido bar, pongamos que hablo de Madrid. Un menú cuelga en la pared. Tostadas, leo. Suspiro con alivio. En el mostrador, varios bocadillos de jamón expuestos. Vale, pienso, tienen pan, tienen jamón. ¿Qué puede salir mal?
—Buenos días, querría el menú 3 con zumo de naranja, café con leche y tostada.
El camarero asiente. Sabe cuál es el siguiente paso y parece que no necesita escuchar más. Gira el cuerpo para marcharse a preparar mi petición.
—Pero, perdone, ¿de qué puede ser la tostada?
—¿Cómo que de qué puede ser la tostada?
—Sí, que de qué la tiene: de jamón, de york, de mantequilla, tomate…
El camarero, pongamos que se llama Antonio, mueve los ojos como la muñeca del primer episodio de El juego del calamar. No entiende. No sabe de qué hablo. Yo miro el suelo, la barra, las paredes. Vale, no estoy en una ferretería. Sin embargo, Antonio reacciona como si le hubiera pedido un serrucho para desayunar.
Entonces me rindo. Llevo un tiempo viviendo allende Despeñaperros y sé que no tiene solución. La tostada es, lógicamente (para él), de mantequilla, mermelada, como mucho tomate. Se respira extrañeza incluso aún con la mascarilla puesta. Acepto la tostada con mantequilla y espero con resignación lo que tenga que llegar.
Unos minutos más tarde, aparece Antonio. Más que un desayuno, trae desilusión. A mí me pone delante una torrada portuguesa. Peor suerte corrió Rafa, que pidió aceite y tomate y le trajeron dos panes (de pan pan) con toda la porción de aceite concentrada en el centro. Un donut invertido con el que casi se nos caen las lágrimas. Por alguna razón, la diferencia de toppings implicaba, asimismo, un cambio de formato. Al reclamar el tomate que le había aceptado en un principio, Antonio le contestó que eso era algo que iba aparte, mientras se agarraba al frío mostrador y sus pupilas se movían histéricas de un lado a otro.
Cabe suponer que Antonio probablemente no pegó ojo esa noche, extrañado, desorientado, consternado tras la visita de aquellos dos extraterrestres del sur.
La vida siguió. Las dos Españas acababan de mirarse a los ojos. Y me vais a perdonar, pero yo sé en cuál de los dos lados prefiero desayunar.

A raíz de la repercusión que ha tenido este tuit, me he visto obligada a ampliar la historia. Muchas gracias a todos por vuestras respuestas, por el abrumador apoyo y, por supuesto, también a los que se han picado con el tema, que no buscaba herir ninguna sensibilidad, solo hacer un poco de humor, que falta nos hace, ¿no? ;-)