Hace unos días terminé Las palabras justas, lo último de Milena Busquets. Desde entonces he empezado a apuntar todos los pensamientos más o menos ingeniosos o, como mínimo, verdaderos que me vienen a la mente. No imaginéis placidez o dulzura en este gesto. No la hay. Corro a anotarlos como esos escritores de las películas que se despiertan en medio de la noche asaetados por las musas. Por lo que tiene de registro del pulso en un línea temporal, más que una libreta parece un electrocardiograma.
Pero lo verdaderamente importante de este nuevo hábito es lo que le pasa a casi todos los hábitos: que más que afectar el presente son una revelación sobre el pasado. Comprendo ahora que antes de esta práctica en cuya perdurabilidad he invertido mi fe, las ideas venían —siempre vienen—, pero yo dejaba escurrirse frases, conexiones y metáforas como quien espera titubeante que las puertas del centro comercial giren sin cesar, sin saber bien cuándo entrar sin ser aplastado.
Quizás todas las rachas en las que me creí muda o ciega (escribir es fundamentalmente mirar) solo me faltó salvar las ideas del pozo del olvido. Porque hay pensamientos que son como stories de Instagram: caducan si no los guardas. Supongo que en la literatura y en la vida lo más importante es no dejar pasar los trenes. Desde que practico este hábito, al que he llamado Diario con pretensiones, he ganado infinidad de hilos de los que tirar y también una nueva obsesión: a veces no puedo apuntar esos destellos y cojo el siguiente tren pero no puedo dejar de pensar en el que perdí.
Por cierto, otra cosa buena de este hábito es que es aplicable a dar las gracias, decir te quiero, obedecer los impulsos, darse caprichos y en general a todo lo que nos haga ser conscientes y dejar de vivir los instantes como fueran a pasar más veces. Corred a vivirlos: no lo harán.
Gracias por leerme. Si quieres recibir esta newsletter cada domingo en tu correo, recuerda que puedes suscribirte a Palabras subrayadas. Nos leemos pronto ;-)
Tus palabras subrayadas, siempre tan sabias. Gracias por compartir tus "pretensiones" con nosotros, que, seguro, se convertirán en grandes tesoros, como las contemplaciones del autobús.